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Agricultura ancestral en Chiloé

Diego Salas

En Quinchao, una pequeña y tranquila isla del Archipiélago de Chiloé, vive Sandra Naiman, una encantadora mujer williche que exhibe con orgullo el hermoso campo orgánico que ha construido con sus propias manos. Sin ayuda de nadie y utilizando únicamente métodos tradicionales de la agricultura chilota, ha sido capaz de crear un espacio acogedor que conserva una herencia ancestral, cautivando los sentidos de quienes la visitan.

Turistas de todo el mundo llegan a conocer su huerto, los paisajes, sus exquisitos productos artesanales, pero, sobre todo, su particular estilo de vida apegado a la naturaleza. Sandra los recibe con mucho cariño y les ofrece un precioso recorrido por su campo, explicando amistosamente sus rutinas diarias, respondiendo las dudas de los asombrados visitantes.

“Tenemos una bonita conversación, porque, al ser extranjeros, ellos también me cuentan sus experiencias allá en su país y vamos intercambiando conocimiento”, cuenta Sandra, quien hace más de siete años trabaja con Tierra Chiloé, siendo parte de las actividades culturales que el hotel ofrece a sus huéspedes.

“Estoy bastante contenta con el trabajo que hago. A pesar de que trabajo mayormente sola, veo los resultados y sé que se puede, que cualquier persona lo puede hacer. Con un poquito de sacrificio y paciencia se logran las cosas”, explica orgullosamente Sandra.

Después de años de trabajo duro, el campo de Sandra luce espectacular. No es necesario ser un experto agricultor para asombrarse con la cantidad, variedad y calidad de cultivos que tiene en sus cinco hectáreas de terreno, herencia de sus abuelos maternos.

“Me costó mucho al principio. Tuve que limpiar el campo, retirar árboles y crear espacios. Empecé de a poco a cultivar flores, ajos. Ahora cultivo papas, hortalizas al aire libre y en el invernadero. Tengo cerdos, ovejas, gallinas y me caracterizo por trabajar sola, todo el día. Me levanto muy temprano y me acuesto muy tarde”.

Sin utilizar ningún tipo de químico, Sandra, prefiere hacer una rotación de cultivos y plantar árboles nativos, cuidando mantener el terreno en buenas condiciones con métodos 100% orgánicos. “Soy amiga de la naturaleza”, dice sonriente. “Lo aprendí de mis abuelos y gente mayor que conocí en mi vida”.

Para esta mujer de campo, trabajar de forma orgánica es aprovechar todos los recursos que entrega la naturaleza, siendo amigable con el medio ambiente. “Yo me proveo de hojas, pasto, estiércol del animal; todo se hace compost y con ese fertilizante abono las plantas. Finalmente, es un producto sano”.

Hoy Sandra es una líder del agroturismo en Chiloé y enseña a otras mujeres de la isla a trabajar el campo de forma sustentable. “Esto de la agricultura requiere paciencia, no es fácil, algunos cultivos demoran y el clima es complicado. Por eso intento ayudar a mi comunidad, para que sepan cómo sacar provecho a la tierra”.

Este estricto respeto por la naturaleza, su herencia y sus cultivos, le ha permitido a Sandra obtener el sello SIPAM, una exigente certificación del gobierno que acredita y fomenta la conservación de prácticas agrícolas tradicionales con identidad cultural.

Antes de terminar la actividad, Sandra ofrece a sus felices visitantes algunos de los productos que obtiene de sus cosechas. Una sabrosa comida típica para cerrar esta cálida experiencia de conexión con la naturaleza, a través de una agricultura ancestral, en absoluta armonía con el medio ambiente.